domingo, 1 de enero de 2012

Humillación por partida doble



En la mesa del salón de su vivienda de la calle Azucena, donde vive sola desde hace 11 años, Carmen, que trabaja como asesora jurídica para una entidad bancaria tras conseguir su plaza en unas oposiciones, tiene el control del mundo. Lo consigue a través de los mandos de la televisión, la climatización, el móvil y el acceso a su puerta y al telefonillo de casa en un perfecto orden donde nada es al azar, como el hecho de que su vaso de agua con su pajita esté encima de la Biblia en el otro extremo. 

Justamente al lado de los mandos está su portátil, desde el que esta semana ha redactado una emotiva y reivindicativa carta defendiendo el papel que ha jugado la profesionalidad de las auxiliares de Acasa que en 2001 empezaran a formar parte de su vida y donde relata cómo se le parte el corazón ver sus manos “vacías de salarios”. Junto a él, su caña de bambú que le permite usar el teclado y acceder al universo de las tecnologías pese a tener reconocida una minusvalía del 99 por ciento.

Cuando tenía un año le diagnosticaron poliomielitis y hasta hoy esta enfermedad no le ha impedido hacer una vida normal en la que hace más de una década dio el paso con el que siempre soñó al emanciparse, una decisión que sus padres tardaron en entender y que no se llegaron a creer hasta que Carmen se marchó, pensando que su “aventura” apenas duraría 15 días. Se equivocaron y ahora “todos están orgullosos de mí”. “Mi madre siempre estaba con el temor de que me cogiera un coche. Para ella era como si marchándome no le estuviera agradeciendo que siempre me hubiera cuidado”, relata. 


Su nueva etapa comenzaba en 2001, coincidiendo con el momento en el que el Ayuntamiento le concedía el servicio de ayuda a domicilio. En aquel entonces, Carmen empezaba una nueva vida en la que la normalidad que tanto ansiaba llegaba siempre sin perder de vista una premisa clara: “si el día tiene 24 horas y yo necesito ayuda para todo”, explica. Y en esta realidad, esa rutina la construían y lo siguen haciendo cada día una serie de profesionales, entre las que se encuentran las auxiliares de asistencia y ayuda a domicilio, el “primer rostro humano” que Carmen ve cada día a las 07.45 horas. Ellas se encargan del aseo, el levantamiento y el desayuno y de todo lo que conlleva esta tarea en hora y media. “En ese tiempo no sólo me levantan y me dan el desayuno, sino que dejan perfectamente limpio y recogido mi cuarto, el baño y la cocina. Lo hacemos todo muy rápido porque yo trabajo pero siempre con mucha calidad y profesionalidad”. Pilar, Rosa, Ana y Eli, sus auxiliares desde 2001 y a las que se refiere expresamente en su carta, han compartido desde entonces con ellas el camino que emprendió para labrarse el futuro del que ahora disfruta como una ciudadana más. “Fueron testigo desde el principio. Mi auxiliar me vio estudiar aquellas oposiciones de acceso, se alegró conmigo cuando las superé, asistió con respeto y en silencio aquella espera larga, seca, en que la Caja no me ofrecía nada…” 

Y también fueron testigos de cómo en la primavera de 2007 se aprobaba el Sistema de Promoción a la Autonomía y Atención a las Personas en Situación de Dependencia y con él llegaba al fin el momento que ella y toda su familia llevaban toda la vida esperando. Le reconocían la situación de dependencia en la que llevaba viviendo desde hacía ya 45 años, en Grado III, Nivel II, “lo máximo” y ya podía proyectar un Plan de Individual de Autonomía (PIA) que le permitía ejercer su plaza con la ayuda del Servicio de Asistencia Personal. Ahora, después de meses sin cobrar sus salarios, estas auxiliares “son tan profesionales que soy yo las que les tengo que preguntar por su situación” sin que los duros momentos que atraviesan haya mermado su labor. “Las relaciones interpersonales pueden llegar a verse a veces amenazadas por el “nerviosismo” o la “impaciencia” por todo lo que está ocurriendo “pero es que la paciencia la tienen minada”, lamenta. Su situación de dependencia es la única que está incluida en los servicios mínimos que realizarán las trabajadoras de Acasa en la huelga desde este martes, pero ello no resta ni un ápice de preocupación por este conflicto. “Me preocupa aunque no me llegue a afectar, esto es faltar a la dignidad de estas trabajadoras y de los propios usuarios del servicio, están pisoteándolas y humillándolas, y también nos humillan a nosotros. A mí se me cae la cara de vergüenza recibir un servicio que están sin cobrar”, lamenta. 

Por ello, anima a los usuarios a que “no estén pasivos” y que “se levanten” y si no lo pueden hacer “que lo hagan su familia”. Lo tiene claro: “No es un problema laboral, sino que está afectando a los derechos de los ciudadanos” y pide al Ayuntamiento “que se mueva” para buscar a la solución al conflicto.