sábado, 4 de septiembre de 2010

Ayuda y afecto a domicilio




Más de 1.200 personas mayores se benefician del Servicio de Ayuda a Domicilio en Santa Cruz de Tenerife (SAD). María Casañas, de 83 años, es una de ellas. Ésta vecina del barrio de La Salud lleva años recibiendo a una auxiliar que la visita para realizar en su casa las labores elementales del hogar y las de atención y asistencia personal que requiere. La Opinión ha acompañado en una jornada a dos de estas asistentas para profundizar en un trabajo que se desarrolla en el más absoluto ostracismo. 

Casañas vive en un primer piso sin ascensor y no puede levantarse de la cama desde que se rompió una pierna de la que quedó convaleciente, a lo que se le suman diversas dolencias que agravan su situación. Con una entereza y optimismo admirables, relata que no tiene familiares que se puedan hacer cargo de ella y que para asistir a las consultas médicas la viene a buscar el Servicio de Salud en ambulancia, por lo que el SAD es imprescindible para ella, que no imagina su vida sin su asistenta Marta.

El perfil de las personas beneficiarias de la asistencia a domicilio se corresponde con el de María, aunque con distintos grados de dependencia. La empresa Mararía atiende en sus domicilios a mujeres de entre 76 y 85 años, sin familiares que se encarguen de su atención y con enfermedades incapacitantes. Aquí radica la importancia de este servicio que meses atrás se vio afectado por problemas de retrasos en el pago de nominas que el área de Bienestar Social subsanó a través del Servicio de Intervención, que liberó los pagos que habían quedado pendientes desde el principio de este año, una situación que el Consistorio atribuyó a las trabas burocráticas y la tardía aprobación del presupuesto municipal, que se produjo el pasado mes de abril.

A pesar de estos problemas circunstanciales, el servicio no se vio suspendido y cada día los auxiliares han acudido a los hogares de sus usuarios con la mejor de las sonrisas y la más profesional de las dedicaciones. Es el caso de Marta Chico, la auxiliar de María, que lleva 10 años en esta profesión y asegura que "aunque no me pagaran, yo seguiría realizando este trabajo porque me apasiona y me gusta ayudar a las personas que lo necesitan".

María, de mirada profunda y sonrisa entrañable, destaca la posibilidad que le brinda el SAD de continuar viviendo en su casa. "Sin este servicio no podría estar aquí, seguramente estaría en algún centro", asegura, para explicar que se pasa el día en su cama viendo la televisión porque no puede levantarse y que no imagina su vida sin la ayuda de Marta y los otros asistentes que la visitan por las tardes y los fines de semana. 

Este es el objetivo de este servicio, permitir a estas personas mantenerse integradas en su medio, a la vez que se trabaja en el fomento de su autonomía y calidad de vida, lo que en la tercera edad es aún más necesario y prioritario.

La figura del auxiliar de ayuda a domicilio se podría definir como polifacética. Lavan, planchan, asean a sus usuarios, limpian el hogar, cocinan... pero sobre todo se convierten en una entrañable compañía para las personas a las que atienden cada día. 

Para María, la compañía y la comprensión que recibe de Marta son impagables. Son esas horas compartiendo y la vocación con la que realizan su trabajo la que facilita la creación de lazos que nacen entre usuario y auxiliar. "Una termina unida sentimentalmente con ellos y son lazos muy fuertes", indica Marta, que añade que "la verdad es que se les coge muchísimo cariño". 

Como en cualquier relación de años, Marta y María discuten alguna vez sobre la comida y sobre asuntos triviales del día a día. Entre ellas existe una relación familiar en la que cada una aporta un poco de su empeño e implicación. "Mi objetivo es que ella se sienta útil y que realice el máximo de actividades que su condición le permitan", asegura Marta, que detalla que María dobla su ropa en su cama y hace alguna otra actividad.

El grado de dependencia actual de María requiere la asistencia domiciliaria también por la tarde y los fines de semana. Estos servicios los realizan las más de 200 asistentes de las que dispone la Concejalía de Bienestar Social a través de la concesión que explota la empresa Mararía. 

Los asistentes domiciliarios que visitan los hogares de personas mayores en Santa Cruz generalmente se encargan de cuatro o cinco personas incapacitadas temporal o permanentemente por motivos físicos, psíquicos o sociales. De esta forma se organizan cada mañana para visitar a sus usuarios. 

Fuente: laopinion.es